martes, 3 de junio de 2008

La reforma que no será

Por: Hugo Latorre Fuenzalida
En El chileno
escolares1.jpg¿Cree usted, a estas alturas, que se avanzará en los cambios que requiere la educación en Chile? Yo, al menos, no creo, y trataré de aclarar el porqué de mi pesimismo.

No creo, en primer lugar, porque ya no tengo fe en la Concertación, sea cual fuere su conducción... Esos tipos doblaron hace rato la cerviz al poder del dinero y el pueblo les interesa sólo para los actos eleccionarios; pasados éstos, el pueblo no tiene ni tendrá entrada en La Moneda.

No creo, en segundo lugar, porque una reforma de verdad es demasiado compleja y pesada para la musculatura de alfeñique que luce el liderazgo de la Concertación. De hecho, los cambios que reclaman los muchachos y que demanda la realidad de la educación nacional, son de tal calibre que se exige una mentalidad y voluntad revolucionarias para llevarlos adelante...... y ninguno de los dos factores los posee la Concertación.

No creo, en tercer lugar, porque para avanzar en los cambios educativos se requiere tener una imagen país de futuro. Es decir, un PROYECTO NACIONAL DE DESARROLLO al cual se acopla el proyecto educacional. En ausencia de ese norte nacional es imposible definir una orientación y objetivos específicos para la educación; quedaría como propuesta sin marco, sin piso, sin asidero que le sirva de sustento; sería un voluntarismo en el aire, sin destino, sin siquiera un "marco teórico" que incorpore un "alma" a ese cuerpo programático.

No es posible instalar un cambio en algo tan vital como la educación, sin tener claro para qué se realiza ese cambio. La equidad educativa puede ser un objetivo instrumental (también valórico, es cierto), pero constituye una precondición para otro objetivo: lograr un país integrado, justo, eficiente, competitivo y moderno, es decir de veras democrático y progresista en todos sus niveles, pues la excelencia en un solo estamento o segmento no sirve, se anula sola y completamente.

Se puede llegar a instalar un acceso igualitario a la educación, pero si no lo incorpora a una demanda justa e igualitaria en el ámbito de la actividad laboral o productiva, se quedará con una sociedad de cesantes ilustrados, como ya acontece a un gran número de prefesionales "sin contactos", que pasan años sin conseguir un trabajo adecuado a su calificación, simplemente por carecer de contactos o porque la economía de enclaves que tenemos no desarrolla suficientemente el mercado interno de competencia, de inversión y de creación de puestos de trabajo bien remunerados. En una sociedad así, más vale el pituto que la calificación.

Entonces la pregunta clave, a estas alturas, es: ¿EDUCACIÓN PARA QUÉ? Y esa respuesta no la tiene el actual modelo neoliberal ni su edulcorante social, que es la Concertación.

Las universidades de hoy conforman otro ámbito de la política de mercado. Ellas no han explicitado metas de desarrollo serias, porque no existe una demanda nacional a este respecto. En consecuencia, tenemos una oferta educativa amplísima, pero su relevancia para el desarrollo de las personas que estudian en esas universidades y para el país que, en buena parte las financia, es de dudosa pertinencia, oportunidad y calidad.

Las universidades regionales no están vinculadas a los desafíos del desarrollo local o regional; son apenas una reproducción del espectro de ofertas de las restantes academias, sin aportar un ápice de originalidad y oportunidad para las tareas pendientes en el potencial desarrollo de su zona específica. Para qué hablar de investigación, del fomento de una mentalidad de cambios, de innovación en el profesional del futuro; tampoco se logra inculcar otra cosa que no sea el obtener cuanto antes un título que les permita posicionarse ventajosamente para resarcirse de los costos de tiempo y dinero que demandó la carrera universitaria.

Si en ese segmento visible de excelencia y pertinencia educacional que debieran ser las universidades se adolece de lo fundamental, a nadie debiera sorprenderle que la educación media flote en la nada social, cultural y formativa. Desde hace tiempo que el nivel medio es un botecito a la deriva, que no reconoce origen ni puerto, al igual que las universidades.

El ¿PARA QUÉ? es lo que define el MARCO TEÓRICO que guía a las reformas educacionales. Si no se da ese marco, lo que se incorpore a la educación será una capa incremental más, pero no un nuevo edificio educativo. Todos sabemos que los parches (léase plástico sobrepuesto a las casas Copeva, o reparaciones en el pilar central del puente en Linares), no resuelven el problema de una estructura de endebles cimientos.

No creo, en cuarto lugar, porque para impulsar una reforma como la que necesita el país se requieren fondos sustanciales, pues hablamos de casi triplicar el gasto por estudiante y eso significa atreverse a destinar del orden del 7% del PIB a educación. Este solo hecho, impone necesariamente una reforma tributaria. ¿Quiénes habrían de ser el blanco de tal reforma? Por cierto, elevar otra vez el IVA (regresivo) ya no es viable. ¿Quiénes quedan, entonces, como candidatos a tener que meterse las manos al bolsillo? Los empresarios nacionales y las transnacionales mineras.

¿Cómo viene la partida por ese lado? Mal, pues los empresarios nacionales no aportan ni con el IVA y están dispuestos a dejar el pellejo en el camino antes que les modifiquen la legislación tributaria. Además, tienen a sus hombres bien pagados en el Parlamento, para que les atajen cualquier despropósito en tal sentido.

Las empresas transnacionales españolas, que se ubican en su mayoría en los servicios y el sector financiero, desde la entrada en vigencia del acuerdo con la Unión Europea ya no tributan en Chile, sino en España (Aznar le sacó la firma a Lagos como condición para la aceptar el Acuerdo); las mineras están protegidas por los tratados con Estados Unidos y otros tratados internacionales; de hecho el "royalty" no fue aprobado como tal, sino como "impuesto específico" para no modificar el estatuto de propiedad que les confiere la "Ley Piñera y Büchi", sobre propiedad minera a las concesiones. Tampoco se ha atrevido la Concertación a cambiar el decreto 600 y de tributación de las inversiones extranjeras: las grandes empresas pueden seguir gozando, así, de la evasión tributaria, bastándoles para tal efecto con declarar nuevas inversiones nominales (ficticias, abultadas y con endeudamiento, con lo cual terminamos pagando los chilenos el total del costo de explotación y regalando los minerales que sacan del país). Así es que por ese lado, tampoco esperemos nada.

¿Qué les queda entonces por hacer? Echarle el guante a los recursos que deja Codelco como excedente (no aceptable por revestir éste carácter cíclico, y no permanente), o vender Codelco o Enap y gastarse esos dineros (tesis de la derecha, que es la experiencia argentina de Menem), es decir la vía expresa al desastre. En definitiva, no hay salida económica posible sin realizar profundas y revolucionarias transformaciones en el área económica, cosa que obviamente ni lo imaginan.... y si lo imaginaran (¡qué horror!) NO LO HARIAN.

¿Qué se hará entonces? Nuevamente una "REFORMITA", es decir, un maquillaje, un retoque estético (más aulas, más alimentos, baños más decentes y suficientes, algunos textos, pasajes, algo para mejorar la preparación de los profesores), cositas de ese orden..., NO MAS... No se haga ilusiones.

Ni siquiera cambiarán el sistema llamado de "libre concurrencia" a la educación; no se atreven, pues significaría doblarle la mano al sistema de mercado en un área en que ya el lobo tiene enterrado los dientes. ¿Mejorar ese sistema a base de regulaciones y mediciones? Puede que pasemos de "guatepeor" a "guatemala", pero difícilmente quienes tiene como objetivo lucrar de un negocio se van a matricular con pasión en la idea, "idealista", de lograr excelencia académica. Podrá haber excepciones, pero son excepciones que no hacen más que confirmar una regla de mediocridad bien rentada.

Así es que acostumbrémonos a "comisiones" de expertos en que todos están de acuerdo en que algo debe cambiar para que todo permanezca más o menos igual; con algo de más, pero con lo esencial de menos. Acostumbrémonos también a que los muchachos se "choreen" de vez en cuando y paralicen actividades, salgan a las calles y todos los restantes ciudadanos les reconozcamos su valentía, pero nos quedemos pasivos mirando en la vereda de enfrente, sin chistar para que no nos quiten la miserable "pega" y terminemos nuestros días con el alma muerta de un "ganapán" existencial.

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