domingo, 29 de junio de 2008

LA TRAICIÓN TIENE NOMBRE: ALBERTO ROBLES

Se comprometió a apoyar a los profesores, alagó a los dirigentes del Colegio de Profesores de Vallenar con un almuerzo en Valparaíso antes de entrar a la Cámara de Diputados, incluso habrá ayudado a ingresar a la Cámara a muchos de sus coterráneos docentes que iban a hacer presión al Congreso para que no se votara a favor de la LGE, pero finalmente, votó a favor de esta Ley. ¿Cómo se llama eso? Tiene muchos nombres, algunos de los más horrendos conocidos por la humanidad, pero por respeto a los que puedan leer este comentario, prefiero no proferirlos, además tendría problemas en elegir el más adecuado, son tantos y todos le calzan.

Así fue como el Diputado Robles, traicionó la confianza depositada en él por los profesores vallenarinos que se unieron al masivo rechazo de los actores educacionales hacia la Ley General de Educación (LGE).

Todos sabemos de sobra que las decisiones políticas son políticas e ignoran la voluntad ciudadana, porque ciudadanía y polítca son casi antónimos hoy en día, en eso la han convertido estos pervertidos. La palabra más adecuada es esa, supongo, porque es una verdadera perversión esta forma tan camaleónica de actuar de muchos de estos sujetos. Y a veces nos sorprenden terriblemente. Sin ir más lejos y respecto a este mismo tema, ahora es el Diputado Mulet el que quedó de héroe, porque votó en contra de la LGE, cuando anteriormente quedaba ante la opinión pública vallenarina como el vil traidor de la Provoste. Ambos tendrán sus razones políticas para haber traicionado en un caso y haber apoyado en el otro.

Pero hay algo que jamás debemos olvidar ciudadanos de esta reino decimonónico, so pena de convertirnos una vez más en la presa de la estupidez eleccionaria, que ambas decisiones, y la mayoría de ellas, son dictadas por el interés político y jamás de los jamases (excepto honrosas excepciones que no conozco) por un interés ciudadano. El que no crea esto, es porque ha vivido en un país distinto de este. O un día vive en este país, donde los políticos son todos unos chupasangres e interesados, pero sin verdadero compromiso social (a no ser de la boca para fuera), y en los que no hay que confiar para nada. Y otro día viven en "la copia feliz del Edén", donde un regalito por aquí, un apoyo poco por acá, una invitación a comer ricas empanadas y la solución de uno que otro problema personal otorgado por la magnanimidad de uno de estos "políticos", nos hace cambiar por espacio de un tiempo suficiente para ellos (las dos semanas justas para allanar el terreno de las siguientes elecciones), y nos hace pensar que lo importante no es el partido, ni los interese políticos de la persona, sino la persona: una lógica extraña y que nos hace disociar "persona" de "persona política", error garrafal, para terminar dándole el voto a los mismos que tiempo después votan por leyes que atentan contra nuestros propios intereses ciudadanos.

Y mientras sigamos sumándonos a esta lógica, ellos harán los correspondientes "sacrificios políticos" en un momento dado para hacernos volver al redil de su conveniencia, y nosotros, estúpidos ciudadanos interesados como ellos, volveremos a lamer sus botas regalándoles un voto para luego descubrir que, oh, sorpresa, el muy maldito nos traicionó y hasta atrás, sin asco.

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