martes, 14 de octubre de 2008

Le Clézio ganó el Nobel y qué jué...

El nombre de Le Clézio desató polémica en la reciente entrega del Premio Nobel de Literatura. La mayoría de los "entendidos" casi se fue de espalda cuando supieron que el premio había recaído en él. Yo estaba, y estoy feliz. Descubrí a Le Clézio hace unos meses atrás con su novela corta El africano, que si me preguntan basta y sobra para que le den el Nobel y todos los otros premios que existen. Porque la novela es una belleza desde el punto de vista literario y humano. Una joya, un poema hecho novela, un trozo del alma de un hombre, de un niño, en realidad, de África mirada a través de su recuerdo. A mí me encantó y si nunca lo puse entre mis lecturas preferidas durante estos meses (al igual que a John Cheever y a Doris Lessing, que también he leído durante estos últimos meses), bueno, ha sido más por dejación que por otra cosa.
Pero como el jurado del Nobel se me adelantó y los perseguidores de cualquier nacimiento, como dice Silvio, ya andan hablando de que hubo fraude y apuestas (cosa que nunca se sabe), es mi deber, creo, como lector admirador de Le Clézio, salir en su defensa y decir que poco o nada importan las retorcidas tácticas que tiene el jurado del Nobel para hacerse con un premio, o darlo, si no que más allá de eso hay que mirar a Le Clézio a la cara y al alma a través de su obra. O mejor dicho, en mi caso, de su libro El africano. Es el primero que leo de él, pero me bastó para darme cuenta que estaba ante un escritor de una profundidad maravillosa. Cuando supe lo del Nobel no me sorprendió para nada, como a otros.
La ignorancia es así, ya se sabe. Más de alguno escribió por ahí, dándosela de conocedor de la buena literatura, que "nadie lo conocía", que "sólo era conocido en su país". Bueno, Francia está muy lejos de Chile, y yo lo descubrí en una librería, sí, de esas que te sacan un ojo de la cara por un libro, o sea comercial, en el Mall de La Serena. Ahí estaba, solitario y arrinconado en un escaparate; es una figura porque en realidad estaba metido bajo un montón de otros libros que, como él, esperan que un bicho raro como yo los tome y los compre, aunque no los haya oído ni en pelea de perros, por puro olfato de lector intuitivo. No hay nada como el olfato propio, que a veces puede fallar, pero asegura la adquisición de bellas joyas literarias que no están anunciadas en el Artes y Letras del Mercurio, ni en los Top Ten de las librerías. Es como la ruleta rusa, emocionante. A veces lamentas haber gastado tanta plata en una porquería, pero otras veces...
Esa fue una de esas veces, con Le Clézio. Y ojalá que no haga sonar la plata del Nobel, ja, ja... en puras tonteras como hizo Neruda. Bon! C'est magnifique... Recomiendo el libro, es para sentarse y disfrutarlo, o acostarse y disfrutarlo, depende de cómo se lea (en el baño perdería algo de poesía, pero igual...). ¡Bravo por Le Clézio!

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